3. "Universidades Laborales: un modelo de educación falalngista en el franquismo"

por Ricardo Zafrilla Tobarra, doctor por la Universidad de Castilla-La Mancha.

Comunicación presentada en el Congreso celebrado en Zaragoza en diciembre de 1998, organizado por la Sociedad Española de Historia de la educación. Fue publicada en Ruiz Berrio y otros: “La Educación en España a examen (1898-1998)”, Tomo II, pág. 177 y ss. Ministerio de Educación y Cultura e Institución Fernando el Católico (C.S.I.C.), Diputación de Zaragoza, 1999. ISBN: 84-7820-535-0





Las Universidades Laborales, creadas en la primera etapa del franquismo, cuando el aparato falangista mostraba toda su efervescencia, han ocupado veintitrés años de la Historia de España de la segunda mitad del siglo XX (1955-1978), prácticamente hasta el fin del régimen franquista pues, unas semanas antes de que el pueblo español optara por el sendero de la carta magna constitucional las UU.LL. quedaban extinguidas.

El proyecto educativo falangista, que para el mundo obrero quisieron ser estas instituciones docentes, tiene lugar en el contexto de aquella España autárquica -tras la guerra fratricida (1936-1939)- dentro de un orden político totalitario. Su concepción corresponde a José Antonio Girón de Velasco, al frente del poderoso Ministerio de Trabajo de la época, que es quien lleva toda la política social del régimen[0], siendo anunciadas[1] por él mismo en Sevilla, en el otoño de 1950.

Las cuatro primeras Universidades Laborales -únicas creadas por norma con rango de ley[2]- entran en funcionamiento finalizada la autarquía (Gijón en 1955 y Sevilla, Córdoba y Tarragona en 1956) consolidándose e institucionalizándose junto al Plan de Estabilización Económica de 1959, mediante la Ley 40 de 11 de mayo de 1959.
El desarrollo de las UU.LL. se produce a lo largo de las décadas de los sesenta y setenta alcanzando en 1976 su punto álgido con un total de veintiún Centros. A José Solís Ruiz, último Ministro de Trabajo del régimen -en el gobierno Arias Navarro y desaparecido ya el general Franco- le correspondió inaugurar el Centro de Vigo (octubre, 1976) siendo éste el último de los creados dentro del sistema de Universidades Laborales hasta la extinción de las mismas.

La primera expansión tiene lugar con el desarrollismo de los años sesenta[3]. La segunda, y última expansión, se produce en la primera mitad de la década de los setenta a costa de vulnerar la legalidad jurídica al bastar una simple Orden Ministerial para la creación de nuevas UU.LL., cuando se necesitaba norma con rango de ley, es decir, con manifiesta infracción de lo dispuesto en la Ley de Ordenación Universitaria de 1943 y en la propia Ley Fundacional de Universidades Laborales de 11 de mayo de 1959.

La filosofía que justifica la creación de las UU.LL. parte de un objetivo inmediato: cualificar al mundo obrero, esto es, a los trabajadores y a sus hijos, pues el trabajador de aquella España de los años cincuenta, con cinco millones de analfabetos, al que el régimen denominaba productor, no aspiraban y ni siquiera imaginaban a sus hijos en estudios universitarios. Sus pretensiones, por tanto, se limitaban en conseguir para su prole una especialización técnica en un oficio o en la industria.
En definitiva, se trataba de alimentar la incipiente industria española de obreros cualificados tal y como había sucedido en Bélgica a principios de siglo con la Universidad del Trabajo[4] de Charleroi. 

Precisamente, de dicha universidad belga -de inspiración socialista- se toma el modelo institucional y arquitectónico[5] dándose un colosalismo en la edificación y en la utilización de simbolismos decorativos en homenaje al pueblo minero, como lo prueba la primera Universidad Laboral en Gijón[6].

Las UU.LL. se conciben dentro de un contexto político totalitario, retórico y exaltador con una enorme carga ideológica en la que el estandarte es la revolución social nacionalsindicalista encabezada por el carismático líder falangista Girón de Velasco. Se pretende evitar nuevas revoluciones sociales llevando la cultura a las masas obreras puesto que la incultura genera y exacerba el odio de clases. Es más, con estos Centros se piensa que, algún día, los mandos intermedios del país estarán inmersos en esta ideología.

Es un contexto político en el que, incluso en las universidades del Estado, la cultura[7] está dirigida por el aparato político e ideológico falangista pues, la ya mencionada Ley de Ordenación Universitaria de 1943, faculta a los profesores delegados de Falange para formar parte -junto al rector- del equipo de Gobierno de cada universidad.

La ideología carismática de la Dictadura: Falange, Nacional-Catolicismo[8], Nacional-Sindicalismo, Movimiento Nacional, etc., tuvo su propio reflejo en la exaltadora etapa inicial. De aquella marcada ideología son buena prueba las Universidades Laborales de Gijón, Sevilla, Zamora y Córdoba cuya dirección educativa fue encomendada a la Iglesia a través de órdenes religiosas: Jesuitas para el primero, Salesianos para los dos siguientes y Dominicos para el de esta última ciudad.

Como modelo educativo se toman como base los planes de estudio de los Institutos Laborales[9] y de las Escuelas de Formación Profesional a los que se añade un Plan de Formación Humana, que habría de ser uno de los mecanismos innovadores y característicos de las Universidades Laborales al aplicarse dicho Plan dentro de las actividades educativas de la vida del alumno en régimen de internado.

El citado Plan se diseña, inicialmente, como instrumento adoctrinador del alumnado en la ideología falangista, por lo que, es en el mismo, donde se insertan los principios ideológicos y políticos del nacionalsindicalismo franquista.

Con todo, el Plan de Formación Humana, en realidad fue más un proyecto programático que un plan formativo racionalizado pues, cada Centro disponía de total autonomía en su realización, de manera que, pocos años después de la puesta en funcionamiento de los primeras Universidades Laborales, derivaba hacia unas buenas actividades extraescolares por lo que puede afirmarse con rotundidad que el adoctrinamiento de la clase obrera tuvo más de mito que de realidad[10].


La ideología es ortodoxa en los diez primeros años de vida del sistema -con tan sólo seis Centros- ya que, a partir de 1966, se abandona tanto el concepto milicial de la época, con sus formaciones paramilitares, como el proselitismo ideológico produciéndose un desmontaje paulatino del aparato falangista como resultado de la influencia de los tecnócratas[11], no obstante el hecho de que, siempre, todos los ministros de Trabajo del régimen franquista fueran de marcada ideología falangista. En cualquier caso, las actividades hostiles contra el régimen permanecieron siempre totalmente prohibidas y perseguidas.

En los inicios de la segunda mitad de la década de los setenta la vida residencial evoluciona per se hacia formas de socialización entendida, parafraseando a Petrus Rotger[12], como instrumento a través del cual el individuo asume los valores, las normas y los comportamientos del grupo al que se integra con lo que la vida comunitaria se desarrolla por sus cauces naturales ante la pasividad de la clase dirigente de los Centros para quien la preocupación radica en que los alumnos asistan a sus clases disfrutando de un "régimen hotelero" que les inhiba de cualquier protagonismo sociopolítico o reivindicativo, en la creencia de que su suerte, en la permanencia en el cargo, quedaba ligada a que el alumnado no perturbara el orden social establecido.

Las Universidades Laborales, según su Ley fundacional, tenían atribuida personalidad jurídica, patrimonio propio y consideración de instituciones públicas no estatales, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 6º de la Ley 40/1959, de 11 de mayo (BOE de 12 de mayo del mismo mes) y, a efectos académicos, funcionaron como Centros legalmente reconocidos para impartir algunos niveles y grados educativos.

La función docente (art. 1º de su Ley fundacional) se extendía a la enseñanza ordinaria e intensiva de los trabajadores y de sus hijos mediante una acción educativa en los órdenes humano, social, cultural, profesional y técnico. En realidad, los creadores de estos nuevos Centros no hacían sino seguir las orientaciones de la pedagogía que embargaba aquellos años tan llenos de limitaciones.

Su estructura interna, al disponer de una serie de mecanismos que rompían con el sistema tradicional de ayudas y becas al estudio, en aquellas fechas a todas luces insuficientes para una auténtica promoción mayoritaria, representó el cauce más genuino de otros dos principios sociales: el de igualdad de oportunidades y el de posibilidades.

Estas instituciones docentes también presentan como característica, la flexibilidad del régimen becario con dos notas fundamentales: su carácter integral y su condición cíclica, esto es, la totalidad de los cursos que comprenden las enseñanzas para las que se concede la beca.

Por otro lado, la dotación de la misma incluye absolutamente todo lo necesario para la actividad escolar además de la vida residencial y los gastos de transporte del Centro a sus domicilios (aspectos totalmente novedosos y vanguardistas que, años más tarde, serían igualmente establecidos en el sistema de becas del propio Ministerio de Educación y Ciencia). Este paternalismo becario da como resultado la escuela pública más cara[13] del país pues en la beca repercuten todos los costes de sostenimiento de las Universidades Laborales, desde dotaciones a nóminas del personal

El personal de estos centros, clasificado en varias escalas y grupos[14], era cuidadosamente seleccionado, por órdenes tajantes de su fundador, teniendo rigurosamente prohibida cualquier actividad de pluriempleo, evidencia que se deduce del discurso de Girón en la inauguración de las Universidades Laborales de Sevilla, Córdoba y Tarragona:
"...ante la entrega absoluta de estos profesores que no conciben la idea de hacer compatible su labor con otros trabajos[15]".

La realidad fue bien distinta, pues cuando no había transcurrido un decenio desde la puesta en funcionamiento de estos Centros compartir varios trabajos, incluso oficiales, era frecuente, especialmente en las capas privilegiadas del funcionariado o de sus dirigentes.

Sería más adelante, con la promulgación del Estatuto de Personal de Universidades Laborales, Orden del Ministerio de Trabajo de 6 de julio de 1966 (BOE de 23 de agosto del mismo año), cuando todo el funcionariado pasaría a formar parte del sistema tras la superación de las correspondientes oposiciones.

La ideología dominante fue, con todo, la de orientar la técnica docente formativa de la personalidad sobre un firme fundamentalmente religioso, patriótico y humanístico.

El personal docente es, desde sus inicios, mixto, es decir, religioso y seglar, únicamente los Educadores -pertenecientes al escalón más bajo de la escala docente- son seleccionados de entre las propias comunidades religiosas. En los Centros que podríamos denominar “no confesionales” (Tarragona y todos los creados a partir de 1964) la dirección educativa dependió en todo momento de la decisión del ministro de turno, salvo la selección de los ya citados Educadores que fue encomendada a la Delegación Nacional de Juventudes durante los primeros diez años de vida de las UU.LL. Finalizando la década de los sesenta este personal docente habría de ingresar por el sistema legal establecido de oposiciones.

Su financiación fue también, sin duda, algo peculiar. En sus orígenes recibieron, fundamentalmente, las aportaciones procedentes de las Mutualidades Laborales y su Caja de Compensación, Seguridad Social e Impuestos Generales. Posteriormente, las aportaciones de las Cajas de Ahorro Popular y Confederadas, las del Fondo Nacional de Protección al Trabajo (el sistema de los Fondos Nacionales para la aplicación Social del Impuesto tienen su origen en 1960 con el objetivo claramente redistributivo de la renta), junto con otras entidades e instituciones, trataron de justificar, de acuerdo con la Ley reguladora del sistema de Universidades Laborales, el cumplimiento de uno de los postulados sociales más acusados: el de la redistribución de la renta.

En consecuencia, esta singular fuente financiera conformada con las aportaciones de las Mutualidades Laborales[16] -como entidades gestoras de la Seguridad Social- con la recaudación de las cuotas obligatorias a las clases obreras en un contexto político totalitario impregnado, desde sus inicios, por la ideología falangista del nacionalsindicalismo dará lugar a una cómoda, segura y fácil financiación en un procedimiento público parafiscal en el que domina el gravamen de la imposición indirecta sobre la directa, por lo que la parte detraída por los trabajadores de sus ingresos, para destinarlos al consumo, se ve sujeta a imposición indirecta y, por tanto, constituyendo -al propio tiempo- parte de la financiación de las Universidades Laborales. Conclusión ésta a la que acertadamente llega Urquizu Caballé:
"Las cotizaciones sociales son impuestos parafiscales susceptibles de clasificación dentro de la típica distinción entre impuestos directos e indirectos (...) Si se atiende al método de exacción de esas cotizaciones se puede decir que son impuestos parafiscales indirectos en la que medida que son susceptibles de traslación hacia una tercera persona, traslación permitida en determinadas normas legales. En este sentido los empresarios pueden repercutir la cotización a sus trabajadores, a través de una reducción en sus salarios, o al consumidor final de sus productos, mediante un aumento en los precios finales de los bienes o servicios" [17].

En definitiva, la financiación de estas instituciones docentes es cómoda y fácil a través de los fondos del mutualismo laboral, institución que no aporta pedagogía ni política alguna. Su participación se limita a financiar el 90% de los gastos de sostenimiento de las UU.LL.

Paradójicamente, la estructura mutualista no es democrática al presentar una afiliación obligatoria, unos cauces de participación a través de los sindicatos franquistas, gran número de vocales no elegibles y una fiel docilidad de sus dirigentes. Hechos, en suma, que permitieron conducir fácilmente estas instituciones desde el centralismo del Ministerio de Trabajo.

Y, por otro lado, también es insolidaria pues existen manifiestas desigualdades entre mutualidades ricas y pobres lo que permite que mientras las primeras atienden generosamente todas las solicitudes de becas, las segundas dejen en la cuneta futuros cerebros escolares que se perderán por falta de medios económicos. Aspecto que intentará corregirse en los años setenta con la Caja de Compensación Mutualista.
Consecuentemente el patrimonio de las Universidades Laborales no es del Estado sino del mutualismo laboral, o lo que es lo mismo, de los trabajadores españoles en su calidad de acreedores básicos por lo que resulta -cuando menos- sorprendente que en el momento de la extinción de las UU.LL. las fuerzas sindicales mostrasen su práctica renuncia al mismo[18].

Las facilidades financieras citadas representaron gran generosidad de inversiones en infraestructuras y en medios didácticos y humanos permitiendo actuaciones de verdadera vanguardia educativa, tales son los casos de la existencia de un procedimiento evaluador que se adelanta al MEC en casi veinte años mediante las llamadas Juntas de Aula (calificación del alumno mediante reunión de todos los profesores que imparten clase al grupo); existencia de un departamento de Psicología con aplicación de técnicas psicométricas a todo el alumnado (en el MEC habrá que esperar casi cuarenta años mediante la aplicación del desarrollo de la LOGSE); una ratio baja con una media de poco más de veinte alumnos; excelentes instalaciones deportivas, aulas especiales y específicas para música, dibujo, medios audiovisuales, etc.
El abandono de las enseñanzas no regladas, y, por tanto, a los trabajadores que costeaban estos Centros, para impartir enseñanzas regladas[19] desvinculadas de la inmediata aplicación en el mundo del trabajo, algunas obligatorias y gratuitas, en puro paralelismo y competición con el Ministerio de Educación, habrá de significar una de las causas del ocaso de las Universidades Laborales, al producir la existencia de un predominio de los recursos de origen contributivo parafiscal en contradicción con el carácter de servicio público que tenían las UU.LL. dando lugar a un sistema de cargas indebidas, de modo que los trabajadores sostenían una doble carga fiscal al contribuir a la financiación del sistema educativo general y a la de otro paralelo.

Los cambios políticos habidos en la transición democrática tuvieron también su propia repercusión en las Universidades Laborales, por cuanto éstas atravesaron una serie de vicisitudes que habrían de hacerle perder progresivamente su identidad dando lugar al paso por un "baile" sucesivo en distintos ministerios con la consiguiente inseguridad institucional y funcionarial hasta su total integración en el de Educación y Ciencia. El caso no fue único por lo que la misma suerte corrieron otras "obras" de marcado carácter institucionalizado.

La escasez de estudios referidos a las Universidades Laborales, tanto de ámbito nacional como sectorial, junto con el generalizado desconocimiento de las mismas -pocas veces analizado y, en el mejor de los casos, desde la parcialidad política con el resultado de injusta detracción o alabanza inmerecidas[20]- ha significado una de las motivaciones en este intento por realizar la historia[21] de estos Centros en la creencia de que, si bien el período de tiempo que han vivido no es muy amplio, sí es, sin embargo, suficiente para estudiar el proyecto educativo falangista que para el mundo obrero quisieron ser las Universidades Laborales.
Cercana la extinción de las mismas, cuando estos Centros cumplían veinte años de vida, el propio Girón se mostraba partidario de transformar algunos de ellos -especialmente los de mayor superficie e infraestructura- en Universidades Autónomas [22].

Respecto a su desafortunada, impropia y pretenciosa denominación fue justificada por el propio Girón de Velasco, tanto en sus discursos como en su obra bibliográfica:
“Se empleó el término universidad para diferenciar a esta institución revolucionario de la conocida y decimonónica Escuela de Artes y Oficios o de la Escuela Profesional”[23].
Las Universidades Laborales constituyeron en su etapa inicial, y a lo largo de su desarrollo, un sistema de cobertura educativa para las capas sociales menos favorecidas, esto es, facilitar la vieja aspiración de la población obrera del derecho a la educación. Aunque en el modelo educativo que nos ocupa se tratase de realizar desde principios ideológicos totalitarios enraizados en supuestos pseudosociales del falangismo gironiano de aquel régimen franquista.

En conclusión, las Universidades Laborales pervivieron, con todas sus servidumbres y grandezas, durante veintitrés años de la Historia de España de la segunda mitad del siglo XX y han dejado, además de una indeleble huella arquitectónica en la geografía española, con la red de Centros de Universidades Laborales, un rastro cultural y profesional en el casi medio millón de alumnos que pasaron por sus aulas.

Como botón de muestra, a pocos kilómetros de esta bella ciudad de Zaragoza[24], sobre una planicie de una veintena de hectáreas, se alza la que fue primera Universidad Laboral femenina inaugurada hace ya casi treinta años.

[0] Amando de Miguel, Sociología del franquismo. Análisis ideológico de los Ministros del Régimen, Euros, Barcelona, 1975.
[1] José Antonio Girón De Velasco, "La cultura, instrumento necesario para la Revolución Social", en Vivienda y Paro, Ediciones de la Comisaría Nacional del Paro. Ministerio de Trabajo, Madrid,1950.
[2] Boletín Oficial de las Cortes Españolas (3 marzo 1959, pág. 12.858), Servicio de Documentación de las Cortes Españolas, Congreso de los Diputados.
[3] Ramón Tamames, Estructura Económica de España, Alianza Editorial, Madrid, 1993.
[4] George Pierre, L' Universitè du Travail Paul Pastur de 1901 à 1978. Essai historique, Embajada de Bélgica, Madrid, 128 págs. Inédito (no existe traducción al castellano).
[5] F. Bodson, "L'Universitè du travail à Charleroi", en Tekhné, núm. 12 (15 junio 1911), Belgique.
[6] Luis Moya, "Universidad Laboral José Antonio Girón, en Gijón. Sesión crítica de Arquitectura", en Revista Nacional de Arquitectura, núm. 168 (diciembre, 1955).
[7] Daniel Sueyro y Bernardo Díaz Nosty, Historia del franquismo. Sedmay, Barcelona, 1984.
[8] A. Álvarez Bolado, El experimento del nacional-catolicismo (1939-1975), Cuadernos para el Dialogo (Divulgación Universitaria), Madrid, 1976.
[9] José María Rodríguez de Valcárcel, "Concurso de Institutos Laborales", en Revista Nacional de Arquitectura, Madrid, núm. 153 (septiembre, 1954).
[10] Demetrio Casado Pérez, "Las Universidades Laborales ante el futuro" en Documentación: sistema educativo de UU.LL., (marzo, 1978), Instituto de Técnicas Educativas, Alcalá de Henares.
[11] A. Comín, “De la ideología espiritualista a la ideología tecnocrática”, en Cuadernos para el Diálogo, noviembre, 1973.
[12] "Concepto y campos de la educación social", en Actas de Congreso sobre la educación social en España, Centro de Investigación y Documentación Educativa, Madrid, 1989, pág. 16.
[13] José María Goizueta, "Algunas reflexiones sobre Universidades Laborales", en Documentación: sistema educativo de UU.LL., (diciembre, 1977), Instituto de Técnicas Educativas, Alcalá de Henares.
[14] José Luis Villar Palasí, Estudio Jurídico de las Universidades Laborales y de su personal, Madrid, 1980. (Consta de 182 páginas y fue realizado con fecha 1 diciembre 1980 a requerimiento del profesorado de UU.LL., ya extinguidas las mismas).
[15] José Antonio Girón de Velasco, Discurso en la inauguración de las Universidades Laborales de Sevilla, Córdoba, Tarragona, Ministerio de Trabajo (noviembre, 1956).
[16] José Luis Meilán,: El mutualismo laboral, CSIC, Madrid, 1963.
[17] Ángel Urquizu Cavallé, "Las cotizaciones sociales en el sistema tributario español", tesis doctoral inédita defendida en la Facultad de Derecho (Departamento de Economía Política, Hacienda Pública y Derecho Financiero y Tributario) de la Universidad de Barcelona, pág. 772, 1996.
[18] E. Adobe, "El futuro de una enseñanza", en El País, (13-14 agosto 1977), Madrid.
[19] M. Utande, "Treinta años de Enseñanza Media (1938-1968), en Revista de Educación, núm. 240, Madrid, 1975.
[20] Federico Gómez y Rodríguez de Castro, "Las Universidades Laborales", en La Educación en la España Contemporánea. Cuestiones históricas, Sociedad Española de Pedagogía, Madrid, 1985. 1968.
[21] Ricardo Zafrilla Tobarra, Universidades Laborales: un proyecto educativo falangista para el mundo obrero (1955-1978). Aproximación histórica, Colección Tesis Doctorales, Servicio de Publicaciones Universidad Castilla-La Mancha, 1998.
[22] José Antonio Girón de Velasco, Reflexiones sobre España, Barcelona, 1975.
[23] José Antonio Girón de Velasco, Reflexiones..., Op. Cit., pág. 114.
[24] M. Ambrós Escanellas, "Universidad Laboral Femenina de Zaragoza", en Revista Nacional de Arquitectura, Madrid, núm. 123 (mayo, 1969).